Primera cita (Parte 1)

En su día, me dio vergüenza publicar esta historia con mi nombre, así que me inventé a Sade. Hoy, me quito la máscara para volver a traeros esta fantasía erótica.

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Varias primaveras después de cumplir los treinta, una piensa que no volverá a verse involucrada en una primera cita con un desconocido al que ha descubierto en una red social; que ya es lo suficientemente madura, y los años le han otorgado la sabiduría necesaria para ceñirse a relacionarse cara a car. Como en una cena programada por amigos en común, una cita doble, o como quiera que se las apañen el resto de las personas adultas.

      Y, sin embargo, aquí me veo, a las once de la noche de un viernes, en la puerta del local de moda del momento, esperando a mi... “cita”.

      Estoy algo nerviosa, bien pasada la frontera de lo que estaría dispuesta a admitir. Recibo un whatsapp con su ubicación; acaba de aparcar en la primera bocacalle a la izquierda. Siento un pellizco en el estómago que me hace sentir poco menos que una cría inexperta.

      Llevo varios meses sin ir al gimnasio, así que, lógicamente, he engordado, y esos kilitos extra comprometen mi confianza y me instan a visualizar imágenes de focas, cachalotes, ballenas varadas... ¡Vaya asco! ¿En el cromosoma doble X viene incluida una inseguridad perenne o solo soy yo?

      He decidido que, ocurra lo que ocurra, esta noche no pasará nada. El contacto físico, por muy breve que sea éste, siempre acarrea problemas. "No, tú hoy no darás ni un beso".

      Me he puesto un vestido que, a mi parecer, no me queda del todo mal; de un rosa intenso, cortito, con tirantes y una cremallera metálica que según la subas o la bajes, pasa de un escote sugerente a una visualización demasiado obvia de los dones femeninos (sólo la he bajado un poquito).

      Por nuestras conversaciones él parece muy seguro y confiado, no al punto de estar pagado de sí mismo, pero sí lo suficiente como para saber lo que quiere y cómo conseguirlo.

      Siento una presencia acercarse desde mi lateral derecho, jugueteo un poco más con el móvil antes de reunir el coraje suficiente para levantar la mirada y encontrarme con la suya.

      Es alto, me lo comentó cuando se describió físicamente, pero estoy acostumbrada a que los hombres mientan a ese respecto. Tiene la espalda ancha y los brazos fuertes. Por un momento imagino la capacidad de esos brazos para levantar mi peso y alzarme por encima de su cabeza. La boca se me seca. ¡Dios, necesito una copa!

      No puedo evitar la risilla tímida, temerosa de una colegiala. Él me mira abiertamente con una sonrisa amplia. ¿Eso significa que le he gustado? Me acerco un poco con paso torpe e indeciso.

      Antes de que sus labios rocen mis mejillas ya me ha dicho lo guapa que estoy. Me sonrojo de pies a cabeza. "Pero, ¿tú qué edad tienes, muchacha?". Espero que con todo el maquillaje que llevo en la cara no lo haya notado.

      Entramos al local, voy delante, él me sigue de cerca, percibo su presencia envolvente y tengo que concentrarme en caminar lo suficientemente erguida (malditos tacones) y que mis pasos parezcan seguros. No sé si lo consigo. Llego a la barra y casi me sujeto a ella como si de una boya en el mar se tratara. Le digo que en ese local tienen unos cócteles increíbles. Me hago con la carta y comienzo a ojearla. Casi no he vuelto a mirarle desde que nos presentamos. "Pero, ¿qué me pasa? Sacúdete de una vez esa vergüenza ominosa y comienza a comportarte como la mujer adulta que eres". Con un dedo le señalo los que he probado y los que me han recomendado. Sigo sin mirarle. Me daba de hostias aquí y ahora.

      Trago saliva junto con la indecorosa vergüenza y alzo la vista para mirarlo a los ojos. Me pierdo en una sugerente mirada verdosa. Me quedo callada,incapaz de hablar. Llega la camarera y él pide por los dos. Yo me había decantado por un "sex on the beach" (si es que me lo busco yo sola…), cuando vuelve su atención hacia mí, me sonríe de tal forma que el estómago me da un vuelco… y yo que había decidido no besar esa boca...

*Texto original de Patricia Rúmez*


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