SALVAJE (TERCERA PARTE)


Tercer capítulo del relato original de Rúmez. 

Si aún no la habéis leído o queréis recordarla, encontraréis la segunda parte aquí.

Quédate con nosotros y descubre el desenlace de la historia.

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"Debajo del quinto olmo, enterrado estás.

Debajo del quinto olmo, te pudrirás".



Anne se colocó la falda, y dijo:

- Ya terminé. Espero que esto de verdad haya servido para... - se interrumpió al descubrir mi cara congestionada por el intento de aguantar la risa.

- No puedo creer que lo hayas hecho - las carcajadas estallaron como el primer trueno que anuncia la tormenta.

- Pero tú dijiste que... y entonces... yo no... - a la pobre se le trastabillaban las palabras.

- No puedo creer que te hayas meado sobre la tumba de mi padre. No, en realidad, no puedo creer que te hayas meado sobre la tumba de alguien.

Anne se sonrojó hasta el máximo nivel y su expresión de espanto fue muy graciosa.

- ¡Ay Dios! ¡Lo sabía, voy a arder en el infierno!

- No te preocupes por eso, se rumorea que tengo influencias por allí.

- ¡Deja de reírte!

- Relájate, no has hecho nada malo. A mi madre le encantará cuando se lo cuente. Además, toda mujer debería mearse sobre la tumba de un violador.

Observó, con ojos pensativos, la huella húmeda que había resultado de aquel acto sacrílego, a lo largo de un minuto. Después, dijo:

- En realidad, sí. Todas deberían hacerlo.

El pecho se me inflamó de orgullo. Mi pequeña pelirroja nunca dejaba de sorprenderme.

- Te has ganado un secreto.

- No puedes contarme nada de ti que ya no sepa - comentó, al tiempo que terminaba de atusarse la falda -. Venga, volvamos. Este no es lugar para jugar.

- Algo que, tan siquiera, le he contado a mi madre - la curiosidad centelleó en sus pupilas -. Es acerca de él - mi dedo índice apuntaba hacia la masa de tierra que ocultaba los restos de mi padre.

- ¿Qué vas a hacer? - aprecié un leve temblor en su voz.

- Qué hice.


***

Me detuve al llegar a un claro del bosque. La guarida de la bestia ya no quedaba lejos. Alcé mis ojos a la luna, percibiendo el peso del cuchillo que llevaba escondido en mi manga izquierda. 


***


Un mes atrás.


- Esta noche los hombres volverán a hacer una batida - dijo Anne, muy seria. Estábamos sentadas a la mesa de su padre, mientras este trabajaba en su taller, en el exterior -. Espero que esta vez tengan más suerte y den con esa cosa. 

<<No lo harán. Hay más probabilidades de que yo acuda a la próxima misa en la villa, a que esos patanes cojan a la criatura>>.

- Espero que den con ella y la maten.

<<Rectifico, hay más probabilidad de que las dos chicas muertas se levanten de sus tumbas, y acudan a la próxima misa>>.

Parecía que mi amiga había perdido algo en su plato y no acababa de encontrarlo. A cada vuelta con la cuchara su expresión se mudaba más y más afectada. 

Mi interior era un caos de sentimientos contradictorios que batallaban entre sí por imponerse al resto. Sabía que yo podía acabar con su preocupación, con esa tristeza; pero, por otro lado, aquello iba en contra de mis principios, de mi propio ser.

- Ey, he oído que, en la ceremonia del pasado domingo, alguien sugirió que la criatura no era otra que yo misma, ¿ te imaginas? Qué asco, comerme yo a esas dos, que no las habría tocado ni con un palo - compuse una mueca ridícula que pretendía hacerla sonreír, pero que solo consiguió que la comisura de sus labios se desplazaran muy ligeramente hacia arriba.

- Yo he oído que Mildred, la loca, dice que se despertó a beber un poco de agua hace unas semanas, y vio por la ventana a un lobo negro del tamaño de un caballo, parado en la linde del bosque. 

- Del tamaño de un caballo - repetí, haciendo uso del escepticismo más socarrón.

- Dice que el lobo también la vio a ella - continuó, ignorando, a propósito, mi cinismo -. Y que se le quedó mirando con unos ojos amarillos diabólicos. ¿Y sabes lo más escalofriante de todo? - negué con con un movimiento de cabeza -. Dice que el lobo le sonrió.

- Le sonrió.

- Sí; no como la sonrisa de una persona, obviamente, sino que le mostró los dientes de una forma que parecía una terrible sonrisa.

- Una fuente muy fiable la tuya, Mildred, la loca - me burlé.

Anne se defendió lanzándome un cucharón de comida a la cara.

- Te vas a enterar, enana - me levanté de la silla para ir tras ella, que ya había empezado a correr, rodeando la mesa, dejando un rastro de su risa musical.


***

Un trueno rompió el silencio ominoso que se había apoderado de la noche. Unos segundos más tarde, el relámpago se sucedió, desquebrajando, por un instante, aquel manto de oscuridad. Las primeras gotas comenzaron a caer, anhelantes, presurosas por empaparlo todo. Me encantaba la lluvia; como el fuego, es un acto regenerador. Cerré los ojos y respiré profundamente, saboreando aquella cascada que recorría mi cuerpo.

Los abrí de golpe. Algo había cambiado. Un sonido distinto había irrumpido en la perfecta sinfonía acuosa. Agucé el oído sin mover un solo miembro. 

Pisadas.

No me cabía duda, aquel sonido era el provocado por el peso de una gran masa corpulenta, sobre la tierra húmeda.

Mediante un rápido movimiento, alargué el brazo derecho para alcanzar el cuchillo, clavé mis pies en la tierra, flexioné las rodillas y me encaré a la oscuridad que me afrentaba.

- Estoy lista. Ven a por mí.

Chica pelirroja duerme entre vegetación.
Imagen en Tree Rivers Deep

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