HAMBRE DE ANORMALIDAD

Un día, nos despertamos
en una realidad paralela,
en un mundo que no conocíamos,
entre incrédulos y asustados.

Ya nada era «normal»,
todo estaba prohibido,
la vida era imposible…
se implantó el terror colectivo.

Pero, entre tanta paranoia, 
nos hicimos dueños
de nuestro Tiempo,
ése que siempre volaba.

Surgió el amor, 
la amistad,
la familia, 
el compañerismo,
la solidaridad.

La naturaleza respiró por fin.

Llegó la música,
el humor, 
el baile, 
el pan recién hecho,
los días sin horarios,
sin prisas,
las risas,
las videollamadas,
las películas,
los libros, 
los juegos.

El mundo se paró, pero no la vida.

Volvimos a nuestros orígenes,
no necesitábamos más.
Lo teníamos Todo.

Y llegó el momento de salir
y «retomar» la vida.
De retomar…
Y vaya si retomamos.
Salimos de casa para hacer
exactamente lo mismo de siempre.
Tan mal como siempre.

Llamadme rara. 
Llamadme loca.
Pero, al volver a ver
la contaminación flagrante,
los bares llenos,
los perros abandonados,
que ya no valen como excusa…

Yo añoro la «anormalidad», 
una anormalidad que me parecía
lo más vivo que he visto nunca.

Vacas descansando libres en la playa de Bolonia (Cádiz, España).
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