La soledad de una bañera


Se había mudado hacía muy poco, justo una semana antes de que se declarase el estado de alarma, por lo que la sorprendió con toda la casa llena de cajas, los muebles a medio montar, un colchón en el suelo y la cocina patas arriba, sin contrato de gas y sin poder cocinar caliente. 

Pero nada de eso le importaba. Tenía una bañera. Grande, blanca, y muy bien colocada debajo de una ventaba que daba al pequeño patio; patio que llenaría de macetas con flores y así parecería un jardín. Una bañera con vistas. 

No te das cuenta de lo importante que es una bañera, hasta que la cambias por un plato de ducha minúsculo en un cuarto de baño sin ventilación. Hay cosas que no están pagadas con nada, como la soledad disfrutada de una bañera llena de agua caliente y espuma, mientras miras cómo se van los malos pensamientos a través de la ventana y te recreas en hacer justamente lo que necesitabas en ese momento: Nada. 

Escapar por unos instantes de la vida ahí afuera; sumergirte por completo dejando de escuchar el ruido para transformarlo en mar y renacer al salir del agua, como la Venus de Botticelli…

Azulejo con dibujo de una bañera bajo una ventana.
Imagen by Auxi Liáñez Andrades

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