Dulce et decorum est


Como viejos mendigos ocultos bajo sacos,
tropezando, tosiendo como ancianos,

cruzamos por el lodo
hasta que al fin volvimos la espalda a las bengalas
y, agotados, marchamos hacia un lugar remoto.
Caminamos sonámbulos. Algunos, sin sus botas,
seguían adelante empapados en sangre,
ciegos y cojos, sordos incluso a los zumbidos
de los obuses que caían tras nosotros.


—¡Gas! ¡Gas! ¡Rápido todos!—. 
Tanteando torpemente
nos pusimos las máscaras a tiempo.
Pero hubo uno que gritaba todavía
y se agitaba como un hombre en llamas.
A través del visor y de la niebla verde,
como hundido en el mar, vi que se ahogaba.
Aún veo en mis sueños, impotente,
cómo me pide auxilio presa de su agonía.


Si tú también pudieras, en tus sueños,
caminar tras el carro adonde lo arrojamos
y ver cómo sus ojos se marchitan,
ver su rostro caído, como un demonio hastiado;
si pudieras oír con cada sacudida
cómo sale la sangre de su pulmón enfermo,
obscena como el cáncer, amarga como el vómito
de incurables heridas en lenguas inocentes,
amigo, no dirías entusiasta
a los muchachos sedientos de una ansiosa gloria
esa vieja mentira: 
«Dulce et decorum est pro patria mori.»

-Wilfred Owen-
(Traducción de Gabriel Insausti)


*Poema escrito por Wilfred Owen (1893-1918) durante la primera guerra mundial y recogido en el libro «Poemas de Guerra» por Gabriel Insausti.

Trinchera de la Primera Guerra Mundial
Imagen by John Warwick Brooke (Imperial Wars Museums)





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