HISTORIA DE UNA LIBERACIÓN

No sabía cuánto tiempo llevaba encerrado. 

La vida entre aquellas cuatro paredes discurría lenta e inexorablemente, como si respirar fuese un auténtico suplicio. Al principio, intentó escribir. Luego quiso suicidarse con el bolígrafo. 

No tenía recuerdos de cómo consiguió salvarse, como casi tampoco recordaba su vida anterior. 

A veces gritaba de impotencia, a veces se reía, o se retiraba a una esquina a mecerse hasta perder la consciencia. 

Soñaba. 

Soñaba mucho con placeres que antes no tenían importancia alguna porque eran inherentes a la vida: socializar, los encuentros con los amigos, las comidas ocasionales con toda la familia… Pero, curiosamente, lo que más echaba de menos era comerse una de esas hamburguesas de su restaurante favorito, algo que le parecía de lo más tonto y que achacaba al efecto de estar encerrado tanto tiempo. 

La puerta de su habitación se abrió y él apareció, con una tierna sonrisa y una mirada triste. Había preparado un aperitivo y lo invitaba a compartirlo juntos. 

Arrastrando los pies, entornando los ojos porque la primera luz dolía demasiado, consiguió llegar al salón, donde un periodista daba las noticias del mediodía. 

Se sentaron uno frente al otro. 

Había poco a su alrededor que significase algo para él. Tan solo una fotografía, con un lazo negro de un joven que se parecía mucho a él. Y junto a aquel rostro feliz, estaba el boli que casi escribió su muerte hacía ya una eternidad. 

— Han decretado el estado de alarma — comenzó a decir el otro sin mirarlo—, supongo que ahora soy tan prisionero como tú. 

Él tampoco lo miró, su vista estaba centrada en el bolígrafo. 

Ese que comenzó a temblar de emoción ante la increíble y vertiginosa historia que estaba a punto de escribir. 

La historia de su liberación.

Una puerta entreabierta se perfila por la luz del cautiverio o la libertad
Imagen by impacto.mx

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