Te espero sentada
encima de una roca pequeña;
te contemplo, tranquila.
Te alejas pequeñito,
como los árboles del fondo
en su perspectiva.
Ahora te vas acercando
y ya eres más grande,
casi como la casa amarilla
de la que siempre hablamos;
donde habitan extrañas gentes
y esquivamos sin notarlo.
El mar,
dos barcas abandonadas.
Tú,
paseando la orilla.
Tú y el mar,
mi consuelo diario.
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Imagen by Auxi Liáñez Andrades |
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