EL INFIERNO DE LOS ENAMORADOS

LII

¡Oh tú, planeta diafano
que con tu cerco luciente
faces el orbe mundano
clarífico e propolente!
Señor, al caso presente
tú me influye poesía, 
porque narre sin falsía
lo que vi discretamente.

LIII

Non vimos al can Cervero, 
a Minus nin a Plutón,
ni las tres fadas del fiero
llanto de grand confusión, 
mas Félix e Demofón,
Cánasce e Macareo,
Euródice con Orfeo
vimos en una mansión.

LIV

Vimos Poris con Tesena,
vimos Eneas e Dido, 
e la muy fermosa Elena
con el segundo marido;
e más, en el dolorido
tormento vimos a Ero
con el su buen compañero
en el lago perescido.

[...]

LVII

E por el siniestro lado
cada cual era ferido
en el pecho, e foradado, 
de grand golpe dolorido,
por el cual fuego encendido
salía que los quemaba:
presumid quien tal pasaba
si debiera ser nascido.

-Marqués de Santillana-

*Iñigo López de Mendoza (1398-1458), más conocido por su título de Marqués de Santillana, tuvo siempre una clara tendencia a las letras pese a su formación de noble militar. Preocupado por la cultura, llegó a reunir una importante biblioteca que después sería la popular Biblioteca de Osuna; y se reunió con importantes humanistas, como Juan de Mena, que le harían llegar las últimas novedades literarias italianas. El fragmento al que pertenece esta obra, El laberinto de los enamorados, es una descripción del Infierno con claras reminiscencia a la Divina Comedia de Dante Alighieri, a quien siempre profesó una profunda admiración. 

Una representación de nuestro concepto del infierno, donde los demonios acosan a los malditos
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