COMPAÑERO

Si tuviera que ponerle un nombre a la amistad, sería el tuyo. Y eso que tienes muchos, pues tu larga historia a nuestro lado ha dado para nombrarte de mil maneras.

Contigo crecí y me enseñaste a convivir con respeto. Aprendí, también, a jugar de manera distinta y a valorar el cariño en su verdadera medida. Con el tiempo supe, además, lo que es la nostalgia, pues nada me había faltado hasta ti.

Ahora, que he crecido, te pongo distintas caras, aunque siempre el mismo «runrún» de tu barriga. Y tomo consciencia del valor de la compañía, las caricias, el tiempo y la dependencia que surge del compañerismo. Una dependencia limpia, sin necesidad de que el otro cambie por ti. La edad me enseñó a distinguir el amor, y ahora sé que no puedo separarlo de ti.

Te echo mucho de menos, aunque sigas estando aquí, porque siempre vuelves. Vuelves cuando te traigo desde un garaje, una obra, una tienda, un edificio cerrado o una inmunda cárcel. Llegas siempre tímido y miedoso, para acabar saltando, jugando, ronroneando a mi lado, de igual a igual. Como ha sido siempre. Como siempre será, compañero y amigo, morrongo.

Foto de un gatito negro mirando a cámara. Miki es adorable.
Imagen by Rocío Liáñez Andrades (Miki)

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