La del puntito


Hoy es el Día Internacional de la Educación, sin duda, un día muy grande, enorme, importantísimo. 

Mis padres fueron niños de la posguerra; en tierras de señoritos y capataces, tenían que trabajar para comer. Los niños en el campo y las niñas de criadas en casas bien. 

Ninguno fue al colegio. En esa época si alguno de los hermanos tenía esa suerte siempre era el mayor de los varones; a las hembras se les reservaba la costura y otras cosas de mujeres. 

A pesar de todo, aprendieron a leer, escribir y hacer cuentas básicas, exclusivamente gracias a su fuerza de voluntad y empeño, porque los padres de ambos eran analfabetos como la mayoría de la gente. 

Mi madre siempre me contaba orgullosa su «técnica de aprendizaje» que sin duda tenía un mérito tremendo y muy buena lógica: juntar las palabras de la cartilla —que tenían sus dibujos correspondientes— con las palabras de los libros de texto que su hermano no leía porque se escapaba del colegio. Me imagino la ardua tarea tras interminables horas de «trabajos forzados» en las casas donde servía, alumbrada con un candil y «juntando letras». 

Mi padre en el campo tenía menos posibilidades; aunque estuvo algunos meses en el colegio, sus padres lo sacaron para trabajar en el campo de sol a sol y allí a veces no había ni candil que lo alumbrara. Fue en la mili cuando aprendió a escribir copiando las letras de las cartas de los compañeros que sí sabían y le enseñaban; tenía que escribirle cartas a mi madre «para que no se olvidara de él». 

Por eso estaban empeñados en que nosotros, sus hijos e hijas, teníamos que estudiar y «saber bien las letras de las cartillas». Recuerdo cuando aún era muy pequeña y mi hermano mayor estaba en parvulitos, a mi madre durante horas interminables haciendo que repitiera las vocales una y otra vez: 

— La del puntito… 

— La i. 

— La del puntito… 

— La i. 

Y así aprendimos las primeras letras los dos más pequeños, escuchando a mi madre repetir aquella cantinela y a nuestro hermano escribiendo las letras. Y yo enseñé a mi hermana pequeña de la misma manera y con el mismo método. 

Por todo esto y mucho más, estaré siempre agradecida a mis padres que no decayeron en su empeño a pesar de tantas dificultades, que se propusieron aprender cuando entonces no se quería educar y que lograron sobrevivir a esa época tan oscura que les tocó vivir. 

La educación siempre será de las cosas más importantes que las personas tengan. La educación nos hará libres. En estos tiempos que corren también, más que nunca.

Niño escribiendo el abecedario.
Imagen by agenciasinc.es

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