ELSA

Dicen que se llama Elsa. 


Me arrastra, me golpea, me quema; 
me da agua que no puedo beber, 
que no sana mis labios agrietados 
por el frío y el pasado. 

Arrojada al ostracismo, 
a la indiferencia de la espalda, 
Elsa tiene muchas voces.
Ira del tiempo que nadie desea, 
grita más allá de nuestra comprensión, 
en su pretensión de decirnos 
que aún vive aquí: 
en el hueco de nuestra existencia. 

Susurra mientras nos espía por las ventanas 
recordándonos que está aquí por nosotros, 
no para vigilar la calidez de nuestros sueños, 
sino para amenazarnos con el viento 
que desentierra a los muertos; 
aquellos que una vez
nos regalaron lo que no puede ser comprado. 
Un presente que se lo debe todo al pasado. 
Elsa… 

Ella me enseña la dureza que habita en su Vacío, 
el desgarrador escenario de su gélido corazón; 
su paso firme, sereno, 
buscando lo que todos. 
Me hace daño pero intento acariciarla, 
llegar a ella. 

Se marchará. 
Me olvidaré de ella y de su legado en el pavimento. 
Se olvidará de mí y de que una vez me tuvo. 
Pero nunca seremos los mismos. 

Dicen que se llama Elsa. 
Pero tiene muchos nombres. 
El de los muertos que nos regalaron lo que no puede ser comprado. 

El pasado que nos cambió la vida.

En blanco y negro, una mujer se prepara para componer una bella melodía al mar
Imagen by Daniel Tjongari

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