VERSO OSCURO


Mis noches aún saben a ti. 
Más allá del tiempo, 
tus labios se dibujan en la oscuridad de mi alma; 
el palpitar de tu pecho indómito me apabulla; 
y la urgencia de tu voz me consume, 
me mata. 

En el silencio, un susurro. Un nombre. 
Una súplica. 
Una verdad que solo la Nada conoce, 
una confesión que solo mi almohada sufre, 
un deseo bañado en sudores y lágrimas. 
Vuelve a mí. Que me lleve Dios, si no. 
Y como quien calla otorga, 
Dios guarda silencio… 

Mi mente se puebla de imágenes indelebles al Tiempo, 
una época donde la desgracia se disfrazó de gracia, 
y el odio, en el sexo brutal, sin resentimientos, que soñamos. 
¡Guerra interna! 
Que disfraza las estaciones en inviernos,
que muestra la cara más cruel, la que no quise ver, 
no fuese a perder la oportunidad de ser feliz. 

No perdí eso. 
Perdí el Tiempo y lo poco bueno que quedaba en mí. 
Perdí un espejismo, un esperpento. 
Y a ese Dios silencioso, siempre otorgante, le doy gracias, 
porque de no sentir, no padezco. 
Y no padeciendo, ni siquiera sé si existo. 
Eras el oro en el que quise construir mis sueños,
el plomo que me arrastró a las profundidades,
hoy, mis dominios. 

Adiós, amor, adiós. 
Ya no me engaño más. 
Ahora miento a la oscuridad, pronunciando tu nombre, suplicando tu vuelta. 
Declarando que mis noches aún saben a ti.

En el decadente blanco y negro, una rosa muestra sus gotas de rocío
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