TRISTE OROPEL


Esclavos de una realidad distorsionada, 
de la rapidez infinita, que empieza y acaba al momento, 
de la imagen que miente más que habla. 
De la palabra que nace en lo recóndito de la mente insana. 
Somos un catálogo de las necesidades insatisfechas, 
la escoria que nadie quiere 
y que se destroza aparentando ser lo que no somos. 
Fingiendo necesitar, fingiendo ser necesitados. 
Y ahí estábamos tú y yo. 

Esclavos de esa rapidez infinita, 
las risas, las palabras y el vino fluyeron 
las ropas y las sábanas volaron 
en un torbellino de lujuria y pasión, 
que la noche recordaría hasta el final de los tiempos. 
Éramos perfectos, tú y yo 
Esclavos. 

En la diversión ritual, un secreto más oscuro que la noche. 
Suave, cálido, placentero… Siempre allí. 
Con el corazón a mil, daba señales débiles, 
acalladas por el deseo irresistible de las sábanas acariciándonos la piel. 
Hasta que la Luna nos descubrió. 

Llegó el momento de la verdad, 
mundos en colisión, triste realidad que vivimos. 
Enamorados de una personalidad que no existía. 
Enamorados de una imagen que ocultaba lo que somos, 
Escoria. 
La escoria que no se quiere ni como escoria. 
Hicimos el amor en oropel. 
Era el momento de la verdad, de los caminos separados. 

Esclavos de la rapidez infinita, de la imagen que nos engaña. 
Del recuerdo de aquel triste oropel y el divertido ritual. 
Y como no sé ni cómo sentir, me quedo impasible. 
El catálogo se abre y mi dedo señala. 
Este oropel me gusta. 
Las palabras fluyen, y vuelta a empezar. 
La escoria siempre es escoria. 
Los esclavos, también.

Dos personas hacen el amor fundiéndose entre la realidad y la ficción.
Imagen by Paula Bonet




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