LA COMPRENSIÓN

      Escucha tu corazón, pero también tu mente. No siempre tenemos la razón; intenta comprender al otro, quizás todo sea más fácil de lo que parece.

Este texto del 20 de enero del 2019 fue una representación dura pero significativa, de una inflexión que tuve en el pasado y me sirvió muchísimo para manejar el presente. Me gustaría volver a compartirlo con vosotros.

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      Asomaba sigilosa por la entrada, flanqueada por gélidas paredes, intentando distinguir la escucha entre los pasos lejanos de quien se acercaba, y los fuertes latidos de su enervado corazón. Incontables e innombrables palabras en una encolerizada mente, aturullaban la razón dando paso a la insensatez. Mescolanza de reprendidas, cólera y aflicción que provocaban la incesante sensación de una álgida lluvia en sus mejillas, al cerciorarse de que aquellas pisadas de nuevo se distanciaban. Aún con el semblante rojo, abrumado por el plañido y la indignación, determinó salir al fin de aquella habitación en busca de un porqué. 

La puerta dejaba entrever en la oscuridad de una noche con luz de una enorme y poderosa luna, la figura destapada, de alguien que acababa de dejarse caer en la cama, sucumbido por la llamada del sueño. De pronto, una voz que le anunciaba el reproche inminente:

- He estado todo el día esperando tu llamada, esperando saber algo de ti, ¡he estado muy preocupada! Llegas y no te acercas, y ahora... ¿ni eres capaz de dirigirme la mirada? (Con ira, gritándole) ¡Mírame!, ¡te digo que me mires!, merezco que me hables, que me digas qué ha pasado, que me digas qué te he hecho para que te comportes así conmigo... (Silencio) ¿Callas?... ¿no dices nada? (de nuevo silencio). Te odio, odio haberte dado mis mejores días (llorando desconsoladamente), odio haberte amado... Me arrepiento de todas las caricias, todos los abrazos y todos los besos que te di...

Apenas había tomado carrerilla en su argumentación, cuando un salto inesperado desde aquella cama, le arrebató por sorpresa. Su cuerpo, absolutamente desnudo, se abalanzó delante del suyo. Ahora, medio metro de distancia los separaban.

- (Indignado) No, no te he llamado, no me he acercado cuando he llegado y no te he dirigido la mirada cuando has entrado en la habitación. Y todo esto no lo he hecho porque quiera hacerte daño... (agachando la cabeza, con ternura y melancolía). Te quiero, te quiero con toda mi alma, pero cada vez que me acerco a ti me espero una maldita queja. No puedo amarte como tú lo haces porque yo tengo mi propia manera de hacerlo, y no por ello lo sienta menos. Pero créeme que quiero hablarte sin discutir, quiero mirarte sin que tus ojos me dirijan odio y quiero compartir contigo todas esas risas que tanto echo de menos...

Aquel cuerpo totalmente despojado de ropas, se aproximaba lentamente. La cercanía era tal que podían escucharse el sonido mutuo de la respiración agitada. Sus labios, que rozaban con mimo el lóbulo de la oreja derecha, susurraban eróticamente un tórrido y ansiado “No sabes cuánto te deseo”, al tiempo que colocaba la mano izquierda en su cintura.

Asombrada por una explicación que desconocía, sintió desde el mismo momento en el que le vio salir de la cama, que él también padecía, que no había dejado de amarla y que no era la única en desear al otro.

Y mientras se perdonaban con palabras, sus cuerpos ardían fogosamente unidos desde la más sincera y apasionada comprensión.

Pareja mirándose de frente
Imagen by WatercolorMary

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