Platos rotos


Llevo toda la vida guardando cosas rotas para pegarlas, cosas que no quiero tirar aunque aparentemente no tengan ningún valor. 

Platos y vasos de cristal, tazas de porcelana, jarrones de cerámica, muñecas de barro, canastas de cuero, cuadros de madera y así podría seguir hasta el infinito. 
Y el infinito las guarda y el destino las pierde para que las vuelva a encontrar años después, rotas, por supuesto, porque nadie las ha pegado; yo tampoco. 

- ¡Ohhh! Se ha roto... 
- ¡No lo tires! Lo voy a pegar. 
- ¿Eso? no se va a quedar bien... 
- Tú déjame que yo lo pego. 
- Mira que después no lo pegas… 

También llevo toda la vida comprando pegamentos buenísimos y específicos para cada cosa rota: cristal, porcelana, cerámica, barro, cuero, madera, plástico. Pegamentos la mayoría sin abrir, que se han secado o abiertos, que se han estropeado. Pegamentos que iba guardando en cajones que después olvidaba. 

¿Será que el destino tiene un plan secreto que impide que las cosas rotas y los pegamentos que las unirán, lleguen a entrar en contacto? 
¿Será que estas cosas rotas encierran un misterio insoslayable y quieren decirme algo que no acabo de entender? 

El otro día encontré una maceta verde rota; no le tenía especial cariño y tampoco sé por qué la guardé. Sí recuerdo de dónde procedía. 
El mismo día y casi al mismo tiempo, encontré pegamento multiusos. 
¡Era el momento, los astros se habían conjurado! ¡Al fin resolvería el misterio intergaláctico y podría comprobar si al pegar el macetero pasaba algo indescifrable que me haría estar en paz con el universo! 

Ahora mismo no recuerdo muy bien qué hago aquí escribiendo ni cómo he encendido el ordenador para contaros la historia del pegamento tránsfuga y las cosas que no quieren pegarse, pero hay un macetero verde encima de la mesa que me mira insultante mientras sigue roto. 

Creo que me están tomando el pelo y estoy pagando todos los platos rotos… 


Macetero verde roto en tres pedazos
Imagen by Auxi Liáñez Andrades





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