LA CASA INFERNAL

Estuvo rezando durante cinco minutos. A continuación, muy despacio, se levantó y empezó a desabotonarse el camisón. En cuanto se lo quitó, lo extendió sobre la otra cama. Se estremeció cuando la franela rozó su cabeza. Bajó la mirada para observar su cuerpo. Que éste sea el templo, pensó. 

Tras apartar las sábanas, se tumbó sobre su espalda. La habitación se encontraba prácticamente a oscuras porque la puerta del cuarto de baño estaba entornada. Cerró los ojos y empezó a respirar profundamente. Daniel, dijo su mente. Ahora te entrego el amor que nunca conociste. Lo hago libremente, para que consigas la fuerza necesaria para abandonar esta casa. Con el amor de Dios y con el mío podrás descansar, esta noche, en el Paraíso. 

Abrió los ojos. 

- Daniel – dijo-. Tu novia está esperándote. 

Advirtió un movimiento cerca de la puerta. Una figura se aproximó hacia ella. 

- ¿Daniel? 

- Sí, amor mío. 

Florence extendió los brazos. 

Mientras avanzaba por la habitación, sintió que su cuerpo se excitaba. Apenas podía ver aquellos rasgos suaves y asustados que tanto la necesitaban. Se tumbó junto a ella en la cama. Florence se giró para mirarlo. Podía sentir su aliento. Acercó los labios a los suyos. 

Él le dio un largo y cálido beso. 

- Te quiero – susurró. 

- Yo también te quiero. 

Cerró los ojos y volvió a tumbarse sobre su espalda, sintiendo su peso sobre ella. 

- Con amor – susurró -. Por favor, con amor. 

- Florence – dijo él. 

Ella abrió los ojos. 

Se quedó petrificada. Su corazón empezó a latir con fuerza al ver que yacía sobre ella. 

Era un cadáver. Su rostro se encontraba en avanzado estado de descomposición y su carne, pálida y escamosa, se caía en pedazos. Sus labios podridos esbozaban una lasciva sonrisa que mostraba unos dientes angulosos y descoloridos, todos ellos putrefactos. Sólo tenían vida sus ojos amarillentos, que la miraban con demoníaca alegría. Una luz de color azul plomizo envolvía todo su cuerpo, y los gases de la putrefacción burbujeaban a su alrededor. 

Un grito de horror inundó su garganta cuando la descompuesta figura se sumergió en su interior. 

[…] 

El sonido de los gritos de Florence lo consumía. Advirtió que la puerta del dormitorio de los Barrett se abría, y, al girarse, vio que Edith se había asomado, con una expresión tensa y angustiada en el rostro. 

Se alejó tambaleante por el pasillo para coger una pesada silla de madera, la arrastró hasta la puerta y empezó a golpearla con ella. Los gritos se detuvieron. Siguió golpeando la puerta con la silla. Una de las patas se rompió. 

- ¡Mierda! – Mientras seguía aporreando la puerta como un demente, pudo ver por su visión periférica que Barrett y Edith corrían hacia él. 

De pronto, la jamba se rompió y la puerta quedó abierta. Tiró la silla hacia un lado, entró en la habitación y encendió la luz. 

Al ver a Florence sintió una arcada en el estómago y advirtió que Edith intentaba reprimir sus náuseas. 

- ¡Dios mío! – murmuró Barrett. 

Estaba desnuda, tumbada sobre la espalda, con las piernas separadas y los ojos abiertos de par en par, observando el techo con una expresión de profunda conmoción. 

Tenía el cuerpo magullado y mordido, arañado y agujereado; cubierto de sangre. 

Fischer observó de nuevo su rostro. Era el de una mujer que acababa de perder por completo la cordura. Movía los labios débilmente. Se acercó a ella y se inclinó para oír sus palabras. Al principio sólo fueron unos sonidos rechinantes en la garganta. 

- Llena – susurró por fin, mirándolo con los ojos muy abiertos, sin pestañear -. Llena. 

- ¿De qué? – se vio obligado a preguntar. 

De repente, Florence esbozó una terrible sonrisa. 



-Richard Matheson-

Fragmento extraído de la novela del autor, Hell House (1971), en la edición española de la editorial Factoría de las Ideas/Puzzle de 2005

La muerte se materializa frente a una casa clásica augurando malos presagios para sus inquilinos
Imagen by Pistonclasico.com

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