TODO O NADA

Desde algún lugar que quedó atrás, ella me susurró provocadoramente al oído <<soy tu suerte>>.


Era la clase de voz que no se olvida en mil años; suave, con una pronunciación clara, aunque con acento de algún país muy lejano y un matiz elegante. La clase de voz que, sin volverte a mirar a su dueña, te evoca una imagen nítida de su persona. Algo subyugante, que te induce a olvidarte de quién eres y lanzarte a una jodida locura, de esas que dices <<me vas a meter en problemas>>.



Su perfume – ¡Qué perfume, Dios! – me abraza, se introduce en mi interior y me quema las entrañas. Un subidón de adrenalina que hace que mis sentidos se despierten y rebelen, y el corazón parece querer escapar de su prisión. 


Es el momento.

Todo al rojo, todo al negro… ¿Qué más da? Ella es mía. La amo. Y está conmigo. 

Nada puede ir mal esta noche y entonces…

Un sentimiento de derrota invade todo mi ser, siento como si me hubiera caído de una nube. La sorpresa y la decepción son tan poderosas que me cuesta varios segundos entender que todo ha acabado. 

La busco por la sala y no la encuentro. Ya no tengo nada que hacer aquí.

Y mientras caminas de vuelta al hogar de los mortales, ella se presenta en un taxi. No, quizá nada pueda ir mal esta noche. 

Ya sabes, desafortunado en el juego… ¿O era al revés? ¿Qué más da?

Ella era mi suerte.

Y yo soy suyo.


Una ruleta de rojos y negros espera que la bola de la suerte de decante por uno u otro color
Imagen by A de Lola

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