ACOMPÁÑENME A LEER ESTA TRISTE HISTORIA

No solía tener invitados, y esta vez, además, se trataba de una visita especial. A menudo se decía a sí mismo que debía de ser un auténtico genio, ya que era lo único que podía explicar científicamente aquel desorden vital. Tenía además un gato -o el gato lo tenía a él-, lo que confirmaba aún más sus sospechas sobre la teoría anterior. Su casa estaba tan desordenada como su mente, pero era capaz de encontrar orden en el caos, siempre… o casi siempre. 

La limpieza tampoco era su fuente de inspiración, más bien uno de sus quebraderos de cabeza. Tenía muy poco tiempo libre y pasarlo recogiendo pelusas no era una de sus prioridades. 

Y así fue como se encontró, con todo sucio, desordenado y con visita por llegar. 

Decidió ponerse manos a la obra. Que si el baño, que si la cocina… se le iban las horas y cada vez estaba más cansado y sudoroso. ¿Cómo podía dar tanto trabajo adecentar un habitáculo tan pequeño? Se iba agotando.

Por fin iba viendo la luz, el polvo cada vez era menos abundante, el suelo volvía a tener su color original, el sofá ya no parecía contener otro gato hecho a base de los restos de la melena del suyo. Faltaba media hora más o menos para la llegada de Ella. Bien, estaba algo apurado pero todo iba saliendo según lo previsto. Sólo le faltaba ducharse y tirar el agua sucia del cubo de la fregona, que a esas alturas parecía tener vida propia. 

Dejó que el agua fresca corriera sobre su cabeza, llevándose parte de su cansancio, y al ir a recoger el cubo, tropezó con él y, efectivamente, tenía vida propia. Vio su vida pasar ante sus ojos, a cámara lenta, mientras el contenido sucio y maloliente del mismo se derramaba inevitable y velozmente por el suelo. Se expandió por todas partes. No había salvación. 

Se quedó paralizado, totalmente inmóvil. Se sentó sobre sus rodillas, mojándose, con la mirada perdida. 

Llamaron a la puerta.

Y así fue cómo aquel genio quiso esconderse en una lámpara mágica y esfumarse, porque pedir que lo tragase la tierra habría sido demasiado castigo: la vecina de abajo era insoportable. 

Llamaron de nuevo. Se recompuso como pudo y abrió la puerta, con una media sonrisa, mientras se decía a sí mismo <<esto sólo me puede pasar a mí>>.

Figura blanca con ojos negros, redonda, con cara triste y nube negra de lluvia sobre su cabeza.
Imagen by Zodiakikz, "Mala suerte"

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