¿Qué luchamos?


No sé si nos pasó un ángel o un demonio, pero el carácter alegre de aquella reunión de amigos se tornó triste y deprimente, casi asfixiante. Fue como si todos los clientes del bar, donde tomábamos unas cervezas, hubiesen desaparecido para dar cabida únicamente a nuestros más sombríos y sinceros pesares. 

Las risas y las bromas habían camuflado lo que realmente teníamos en nuestro interior. Sentimientos que jamás pensábamos que pudiéramos tener estaban ahora sobre la misma mesa donde reposaban nuestros botellines… Éramos gente desilusionada, desamparada y decepcionada con el mundo y con la vida. Y, como por arte de magia, allí estábamos hablando de nuestros problemas. 

Éramos gente a la que el amor, igual que nos dio la euforia de ponernos en la cima del Universo; ahora, nos tenía hundidos en la miseria. Y, cómo no, como el gran tópico de la vida, no comprendíamos nada. 

Negábamos con la cabeza mientras escuchábamos nuestras tétricas historias. Mirábamos sin ver el vaso que teníamos delante. 

Y, mientras buscábamos una respuesta a nuestros pesares, uno de nosotros hizo la pregunta clave: ¿Qué luchamos? 

Personas que nos rechazan, que no nos valoran, que nos tienen apartados en una esquina para cuando se acuerden de nosotros. Y son las mismas personas por quienes lloramos, sentimos y el corazón nos late por ellos. Pero, ¿les latía el corazón a ellos por nosotros? 

Quien lanzó la pregunta fue quien menos habló en la noche, de semblante serio, poseía en su rostro las arrugas de la preocupación, el sufrimiento y el alcohol; y la sonrisa, franca y amable, de quien a pesar de haber tenido una infancia extremadamente dura tiene un corazón tan noble como el de un rey. 

Conocíamos muy bien su vida. Sabíamos por lo que había luchado todos estos años. Nuestros problemas no tenían ni punto de comparación con los suyos. Todos agachamos la cabeza y guardamos silencio. 

Y sin perder esa sonrisa suya, nos dijo: 

- Me habría encantado haber tenido que luchar por lo mismo que vosotros hoy, significaría que tuve una vida normal. 

Y es que mientras algunos luchamos por lo que no merece la pena, otros lo hacen por sobrevivir. Y lo hacen como buenos soldados. 

En secreto. 

En silencio.

En la oscuridad de la vida, si vemos el negro es que hay luz. Como la de esta lámpara de pared en mitad de la oscuridad
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