LA PUERTA

Había sido tan duro llegar hasta allí, que ni se le había pasado por la cabeza encontrarse aquella puerta. Después de tanto caminar y crecer y aprender y crear, después de tanto amar, se encontraba con aquella enorme, horrible, desalentadora puerta cerrada a cal y canto. 

No había lógica alguna para que allí existiera ese infinito muro con aquella única apertura tapiada a conciencia. Él sabía que al otro lado no había habitación alguna. Aquel muro tan solo separaba el presente del futuro. Aquella puerta le privaba de la libertad de existir, de vivir. 

Estaba trabada a base de dolor y miedo. Cualquiera hubiera sucumbido ante tan monstruoso paisaje. Pero él era un “tontaco”, y no estaba solo. Le hizo una foto, le puso unos filtros, y se echó a reír. 

Entonces comprendió que la puerta en realidad era él. Que la vida siempre es más dura con los más duros. Que el desaliento es compañero del dolor en demasiadas ocasiones, que el miedo es humano y tiene perdón mientras luchar sea ley, y ganar, parte del ADN. 

Y entonces los tontacos hicieron cola para pasar, y esa maldita puerta jamás volvió a cerrarse.



Una desvencijada puerta aparece tapiada sobre un muro, entreviéndose un campo verde detrás.
Imagen by Isidro Prieto

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