EL VIAJE A ALGÚN LUGAR (PARTE I)


      Era raro que pudiesen quedar, ya no sólo con asiduidad, sino simplemente al menos dos veces al año. Tras varios intentos, aquella noche lo consiguieron.
Después de una cena copiosa y exageradas risas en discursos varios, llegó el momento de marcharse a sus hogares, haciendo juntos, en el mismo coche, el viaje de regreso a casa.
Las altas horas de la noche, y el no haber descansado el día anterior lo suficiente, hizo que apareciesen conversaciones un tanto singulares:

- ¿Por qué no jugamos a algo?, me voy a quedar dormida al volante.

- Por mí bien, ¿se os ocurre algo?

- ¿Qué tal si contamos un chiste cada uno?

- Mmmmm, no, no, yo no sé contar chistes.

- No, yo tampoco.

- Ni yo.

- ¡Bueno, pues los cuento yo!

- Ja, ja, ja… de eso nada, entonces sí que me quedo frita conduciendo, eres lo peor contando chistes.

- Seré mala, pero al final os reís todos…

- A ver, a ver… ¿por qué no jugamos a inventarnos una frase cada uno y formamos una pequeña historia rocambolesca?

- ¡Eso tiene mejor pinta!

- Sí, mucho mejor.

- Pues si os parece bien a todos, vamos allá:

De repente, sin saber ni cómo ni de dónde había salido, apareció en mitad de aquella solitaria carretera una luz alargada paralela a la línea continua, que brillaba como serpentina y que, a su vez, flotaba en el aire. Extrañados y sorprendidos por no saber qué era aquello, disminuyeron la marcha para ver algo con mejor claridad, sin dejar de conducir; pero, tras una subida con rasante, lo que les esperaba al comenzar la bajada les dejaría atónitos:

- ¿Qué carajo es eso?

- Cooooooñ… ¡eso no es una persona!

- ¿Cómo va a ser una persona, joder, con tres patas?

- Mmmmm, a ver, como poder… hay gente que…

- ¡Tía, cállate, que siempre piensas en lo mismo!, ¡eso es un bicho con tres patorras!

- Pero si tiene líneas negras, ¿no?

- ¡Hostia, que es una cebra con tres patas!

- Una cebra de tres patas que va soltando la purpurina por el… ¿trasero?

- ¡¿Cómo?!

- ¡Correeee, sal de aquí, adelántala o adelántalo, sea lo que sea eso!

- ¡A ver si se me va a cruzar y lo voy a atropellar!

- ¡Pero con tres patas, lo mismo el animal no está bien, habrá que ayudarlo!

- ¡Hombre, muy bien no debe de estar, soltando brillantina por el culo!

- ¡Qué brutitos sois!, está corriendo perfectamente…

Inesperadamente, la cebra de tres patas, se dio la vuelta en dirección a ellos, y el coche, sin ser manipulado por la conductora, paró bruscamente con las puertas bloqueadas. Lo que parecía ser un animal, se mostró delante de los cuatro amigos y les habló como si tuviese un micrófono incorporado en su garganta:

- Perdonad, ¿habéis visto a mi madre?

Atónitos, con ojos y mandíbulas desencajados, y medio roncos ya por los chillidos, apenas pudieron articular palabra.

- Disculpad, no quiero ser grosero, pero me miráis como si fuese la primera vez que vieseis a un cebrikóm. 
(Silencio, miradas perdidas de unos a otros)

- ¡Ah, ya entiendo!, al parecer venís del otro lado. ¿Cómo lo habéis hecho?… bueno, no importa, queda poco tiempo, ¿entonces no habéis visto a mi madre?

- Me… me pareee... ce a mí queeee no, no laaaa hemos visto…

- Vaya, ¿os importa entonces que me suba encima de este trasto y la busquemos?

- Es que no… que no… vamos que... debemos volver al… al... ¿otro lado?

- ¡Ay!, perdonad, se me había olvidado un ligero detalle: este trastito con ruedas no va a funcionar a menos de que yo quiera.

El coche arrancó tras la subida en el capó de aquel misterioso ser y, curiosamente, la velocidad alcanzada era muy superior a la que el auto podía conseguir en situaciones normales.
Patidifusos por las circunstancias, dirigidos por el cebrikóm, repentinamente a dos kilómetros de distancia por lo que estaba siendo ya, no una carretera, sino algo parecido a un bosque, divisaron a lo lejos a otro ser con tres patas o piernas...

-Continuará- 
Lluvia de purpurina.
Imagen by El Economista.es


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