Psicosis


El verdadero fin llegó silenciosamente.

Se produjo en la pequeña y desnuda habitación donde las voces habían murmurado y se habían mezclado durante tanto tiempo: la voz del hombre, la voz de la mujer y la voz del niño.

Las voces estallaron cuando se inició la fisión, pero ahora, casi milagrosamente, se produjo una fusión.

Sólo quedaba una voz. Y era como debía ser, ya que sólo había una persona en la habitación. Siempre había habido una persona, sólo una…

Ella lo comprendió entonces.

Lo comprendió y se alegró.

Era mucho mejor que así fuera; tener total y plena conciencia de una misma, como en realidad era. Ser serenamente fuerte, serenamente confiada, serenamente segura.

Podía mirar al pasado como si fuera una pesadilla; eso era lo que había sido: una pesadilla poblada de ilusiones.

Había un muchacho malo en la pesadilla, un muchacho malo que había matado a su amante e intentó envenenarla a ella. En alguna parte de la pesadilla estaban el ahogo y los gemidos y los intentos de abrirse la garganta y las caras amoratadas. En alguna parte de la pesadilla estaba el cementerio por la noche y el muchacho cavaba y jadeaba, y la rotura de la tapa del ataúd, y el momento del descubrimiento, el momento de mirar lo que contenía. Pero lo que allí yacía no estaba realmente muerto. El muerto era el muchacho malo, y así debía ser.

En la pesadilla había habido un hombre malo también, y era asimismo un asesino. Había mirado por un agujero en la pared, y bebido y leído libros sucios, y había creído, además, en muchas tonterías. Pero lo peor de todo era que había dado muerte a dos personas inocentes: a una muchacha de hermosos senos y a un hombre que se cubría con un Stetson gris. Ella lo sabía todo, claro está, y por eso podía recordar incluso los más pequeños detalles. Lo sabía porque había estado allí, entonces, mirándolo. Pero sólo había mirado. 

Era el hombre malo quien había cometido los asesinatos. Y luego intentó culparla a ella.

Mi madre los mató. Lo dijo, pero era mentira.

¿Cómo podía matarles, si sólo los contemplaba, y tenía que fingir que era un cuerpo disecado, que no puede hacer ningún daño y que se limita a existir para siempre?

Sabía que nadie creería al hombre malo; y el hombre malo había muerto ya. El hombre malo y el muchacho malo estaban muertos, o de lo contrario sólo eran parte de la pesadilla. Y la pesadilla, por fin, se había desvanecido ya para siempre.

Sólo quedaba ella, y ella era real.

¿Y acaso no es cierto que ser la única y saber que se es real es prueba de cordura?

Pero para estar más segura sería mejor seguir fingiendo que era sólo un cuerpo disecado. No debía moverse nunca sino permanecer sentada en aquella pequeña habitación, sentada para siempre. 

Si permanecía sentada sin moverse no la castigarían.

Si permanecía sentada sin moverse, sabrían que estaba cuerda, cuerda, cuerda.

Permaneció sentada durante mucho tiempo, y luego entró una mosca zumbando entre las rejas.

Se posó en su mano.

Podía aplastarla, si hubiera querido.

Pero no la aplastó.

No la aplastó, y confió en que le estuvieran vigilando, porque eso probaba la clase de persona que realmente era.

Incapaz de matar a una mosca.

-Robert Bloch-

Fragmento extraído de la novela Psicosis (Psycho, 1959), traducida al español por Carlos Paytuvi para la colección "Biblioteca del terror" de editorial Forum (1983).

En la casa gótica de los Bates hay luz, en una de sus ventanas vemos la silueta de la madre de Norman Bates
Imagen by Universal



Comentarios

Entradas populares