NUNCA ES TARDE
El suelo liso, casi resbaladizo, de madera. En sus pies, estrenando zapatillas de color bronce que sostenían el nerviosismo de quien retoma apasionadamente una disciplina duramente postergada. Los calentadores, el maillot y el tutú modelaban el resto de la ceñida indumentaria.
Los aplausos y el griterío dieron paso al silencio rotundo esperando la llegada de la armonía. Las notas sonaron en un largo y negro piano de cola, que ocupaba una décima parte de aquella pequeña sala.
Sus brazos creaban una figura redonda con las palmas enfrentadas, y sus dedos en tensión se disponían a la altura de los muslos en forma de círculo, estableciendo el “bras”; ya estaba preparada.
Sus puntas no solo advertían el peso de su erguido cuerpo. Toda una vida llena de lesiones, de lágrimas, de esfuerzo y de perseverancia, también eran apreciadas.
¿Quién le hubiera dicho que a sus sesenta y cuatro años de edad volvería a sentirse plena?
¿Lo deseas?, nunca es tarde...
Los aplausos y el griterío dieron paso al silencio rotundo esperando la llegada de la armonía. Las notas sonaron en un largo y negro piano de cola, que ocupaba una décima parte de aquella pequeña sala.
Sus brazos creaban una figura redonda con las palmas enfrentadas, y sus dedos en tensión se disponían a la altura de los muslos en forma de círculo, estableciendo el “bras”; ya estaba preparada.
Sus puntas no solo advertían el peso de su erguido cuerpo. Toda una vida llena de lesiones, de lágrimas, de esfuerzo y de perseverancia, también eran apreciadas.
¿Quién le hubiera dicho que a sus sesenta y cuatro años de edad volvería a sentirse plena?
¿Lo deseas?, nunca es tarde...
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Imagen by Desirée Rose |
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