El Rey León, David y sus amigos


Tenías unos amigos bastante peculiares: el “santero” que salía por la tele invocando a otros planetas y te regaló una estampita “bendecida”; el señor bastante bebido que te hizo hueco en medio de la bulla de la Semana Santa nazarena para que vieras pasar “La Amargura” y ante nuestra sorpresa alargaste la mano para tocar el paso; el hijo pequeño de mi amiga que sueña contigo pero no llegó a conocerte; Elvi, la gata siamesa que se subía contigo al sofá y te maullaba para explicarte el mundo; las películas de dibujitos animados…

Tenías esa magia: la de atraer a la gente que veía en ti algo que muchos ni intuían.
Cuando todos pensaban que tú no entendías nada, nos sorprendías llorando desconsolado por la muerte del Rey León. A mí no me extrañó porque también se me escapaba alguna lagrimita con esa escena; las películas de Walt Disney tienen eso, saben a quién matar para rompernos el corazón amargamente – todos recordamos a ese pobre Bambi corriendo por el bosque en llamas buscando a su madre - …

No tengo claro si llorabas por la escena, porque la música lo pedía o por ambas cosas, pero nunca se volvió a poner esa película cuando estabas tú. 
Te quisimos evitar ese mal trance de nuevo.
Ahora, cada vez que anuncian el musical, 
irremediablemente te recuerdo. 
Y no iré a verlo.

El Rey León murió contigo y ese llanto inconsolable que movía cimientos sigue ahí; 
ahora es el mío por ti... 
David.

D.E.P.


David en su sofá con la gata Elvi jugando con él
Imagen by Rocío Liáñez Andrades


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