ILUSIONES



      Aquella noche se acostó bastante tarde preparando la maleta. Además, no conseguía conciliar el sueño pensando en que, tal vez, se había dejado algo necesario de la “lista de cosas para llevar” y, a la mañana siguiente debía levantarse muy temprano para poder coger el primer tren que le llevaría a la casa de sus padres. Le apetecía celebrar el fin de año con ellos y quería llegar a tiempo. Así pues, apenas durmió un par de horas. Cosa insignificante cuando valoras dormir por encima de todo.

A pesar de tener que realizar alguna carrera que otra, logró entrar en la estación a su hora y montarse en el tren. Las prisas le habían hecho creer que había vencido al sueño, pero tras sentarse en su asiento correspondiente y relajarse, ocurrió lo que debió pasar en aquella noche y por una razón u otra no sucedió: se quedó dormida.

Apenas habían pasado treinta minutos de viaje, cuando una brusca parada le despertó. Aún con los ojos entrecerrados, miró hacia el frente y ahí divisó su mirada. Hombre esbelto, seguramente de su edad, cuya sonrisa socarrona dirigida, parecía decirle sin mediar palabra: -¡Te has despertado!

Casi por inercia, le devolvió el gesto, giró la cabeza al otro lado y cerró de nuevo los ojos, mientras oía cómo la gente se levantaba de sus asientos y se dirigía hacia las salidas del vagón. Intentó concentrar sus pensamientos en el vacío, para poder acomodarse de nuevo al sueño. Fue entonces cuando por sorpresa, su mente se inundó con la imagen de esos ojos verdes, de ese cabello negro y rizado, de esa nariz pequeña y de aquella preciosa sonrisa. Y de repente, sin querer, se imaginó observándolo fijamente, fantaseando con un juego de miradas entre ambos. Ideaba levantarse del asiento decidida y acomodarse a uno cercano al suyo. Se figuró que él le hablaba con su voz sensual (porque una tez tan sexy, no podría tener una voz desagradable). Ensoñó que le volvía a sonreír con sus jugosos labios.

Entonces abrió los ojos y atrevida, pensó en llevar a cabo todo lo fantaseado.
Lo buscó con la mirada, pero no pudo tras encontrarse con personas aún levantadas de su asiento. Se puso en pie, cogió su maleta y, tras avanzar con paso firme hacia el pasillo y dirigir sus ojos a los suyos, vio que no estaba.

Casi como el que no quiere la cosa, dio marcha atrás y volvió a sentarse. Fue entonces cuando divisó por la ventana que su más romántica ilusión se desvanecía, viéndolo en el andén besando a lo que parecía su pareja. Reclinó su cabeza y, tras un suspiro de resignación, se dijo en voz alta: 
-¡Dichosa ensoñación!
Estación de trenes.
Pintura by Ernest Descals

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