Dos kilos de almendras
mientras los niños de la casa poníamos los adornos de Navidad.
El árbol enclenque pero más alto que nosotros,
con cintas de todos los colores y adornos hechos a mano;
el Belén al que siempre le faltaba una figurita
porque mi hermano la escondía y el misterio era encontrarla.
Cenefas hechas con mucha ilusión en papel de seda, de charol,
incluso con folios de colores,
que colgábamos desde la lámpara
hasta las alcayatas de los cuadros.
hasta las alcayatas de los cuadros.
Alguna que otra chincheta también acababa en la pared
sujetando un lazo o un calcetín esperando a ser llenado de caramelos.
Dos kilos de almendras
para hacer turrón, bizcocho y pollo a la andaluza,
receta que mi madre elaboraba durante horas cada Nochebuena
y a la que siempre metíamos el dedo en la salsa a escondidas.
Mi padre abriendo el jamón,
el único del año, por supuesto,
y todos haciendo una gran fiesta
de las cosas más pequeñas.
de las cosas más pequeñas.
Así empezaba la Navidad,
cuando disfrutábamos con todo y apenas teníamos nada...
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