TERMINA LA HISTORIA

Hoy, dentro de las publicaciones especiales con motivo del primer aniversario de nuestro blog, os dejamos un juego. Nos encantaría que participaseis, así que echadle un poco de imaginación; disfrutaremos mucho leyendo vuestras propuestas. 

¿Recordáis aquellos libros con finales distintos que leíamos cuando éramos pequeños? Pues aquí abajo os dejamos un microrrelato con tres posibles caminos a tomar. Escoged uno y terminad vosotros la historia, ¡os esperamos!

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Me gustaba. Me gustaba mucho. Sí, era una mujer hermosa, divertida, inteligente, de las que te dejan pasmado cuando las escuchas. Yo andaba siempre con la boca abierta, metafóricamente hablando. Porque claro, yo me comportaba como el macho que nunca he sido y hacía como que no le prestaba atención. Qué imbécil.

Era un viernes por la mañana. No había venido a trabajar, cosa inconcebible en ella. Ni siquiera había avisado de que estaba enferma… si es que lo estaba. A eso de las 12, seguíamos sin tener noticias de ella. Habíamos probado a llamarla, pero su móvil estaba apagado o fuera de cobertura. 

No sabía qué hacer… 

a) Cogí mi chaqueta, las llaves del coche y me decidí a ir a su casa. Sabía que la chica de Recursos Humanos estaba colada por mí, así que me hice con su dirección fácilmente… 

b) Esperé todo el día a tener noticias suyas, pero parecía que se la hubiese tragado la tierra. No obstante, me topé con algo que llamó mi atención en su perfil de Instagram, que solía observar a escondidas… 

c) Aunque me moría de ganas y preocupación, no iba a hacer nada. Debía mantener mi imagen despreocupada. Nadie podía darse cuenta de que me temblaban las piernas cuando la miraba. Fue entonces cuando recibí un extraño SMS; creía que ya todo el mundo usaba WhatsApp...

Ilustración sobre una mujer de muchos colores, con los ojos tapados.
Imagen by Patrice Murciano

Comentarios

  1. Cogí mi chaqueta, las llaves del coche y me decidí a ir a su casa. Sabía que la chica de Recursos Humanos estaba colada por mí, así que me hice con su dirección fácilmente…

    Conduje como un poseso y rápido llegué hasta su apartamento del centro de la cuidad. Se notaba que tenía clase. Un edificio reformado con mucho gusto. No esperé ni el ascensor y me planté frente a su puerta, jadeando sin aire, tras subir las escaleras de dos en dos peldaños.

    Había alguien dentro. Se escuchaba ruido. Entonces ella gritó. ¡Estaban atacándola! Sin pensarlo comencé a golpear la puerta con el hombro, con intención de echarla abajo, pero solo conseguí que se viniera abajo mi hombro. La golpeé entonces con el pie al más puro estilo Hollywood, pero por poco no termino lisiado en el suelo. En estas vi un extintor y comencé a golpear la cerradura con él, hasta que, milagrosamente, cedió y se abrió.

    En ese momento los gritos cesaron y mi atención se centró en ella, tumbada indecorosamente sobre el respaldo de un enorme sofá, mientras él, pantalones abajo, se volvía a mirarme situado entre las piernas de ella. Yo solo conseguía ver su trasero reluciente como una bombilla. Entonces sentí la mirada de ella, con los ojos descompuestos, encendidos, alucinando completamente.

    Cogí el extintor y me marché pidiendo perdón. Acto seguido pedí a la empresa el traslado a la sede de Siberia, esperando que a la chica de Recursos Humanos, le guste mucho la nieve.

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