FE

Aprovechando que creamos los jueves una sección de microrrelatos, decidí publicar éste. Fue el 21 de junio. Escribí la primera versión de este relato con 19 primaveras, con sus respectivos inviernos. A través de la distancia de estos años, su lectura me provoca una sonrisa cargada de melancólica ternura. Las infundadas tragicomedias de un corazón adolescente, inmaduro, desprovisto de marcas o cicatrices; cuando el amor, el dolor… la vida, estaban aún por llegar.

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No recuerdo quién, pero alguien me dijo una vez que el amor era como una de tantas otras religiones, que solo bastaba creer para que se hiciera real.

Como única respuesta, mantuve la mirada fija en los oscuros ojos, surcados de arrugas, de aquel hombre, que se adivinaban sabios; evitando desvelar ni un ápice del trasfondo de mis pensamientos, que distaban millas de esas palabras marcadas con confiado acento.

Cómo hacer entender a una persona, dotada por la mística erudición, que únicamente otorga el fluir de los años. Cómo hacerle saber que, a veces, uno ansía creer con tal desesperación, que en el desmesurado anhelo, llegan sus rodillas a sangrar por el discurrir del tiempo postrado ante un altar, y que de sus manos, entrelazadas en un perpetuo rezo, surgen llagas profundas que esta deidad con intencionada crueldad ignora.

No recuerdo quién, pero alguien me dijo una vez que el amor era como una de tantas otras religiones, que solo bastaba creer para que se hiciera real.

El anciano se alejó con un caminar seguro, proyectando una sombra firme y alargada tras de sí, cual instrumento para dejar sus palabras subrayadas.

"Sólo bastaba creer": cómo confesar a un extraño... que hacía ya tanto tiempo, que había perdido la fe.



Relato original de Patricia Rúmez
Cruz alzada sobre un cielo que atardece, lleno de tonalidades azules, blancas, rosáceas y moradas.
Imagen en Pixabay

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