SALVAJE (PRIMERA PARTE)

                                                                                                                          Inglaterra, 1692

Ha desaparecido otra chica.
Es la cuarta en lo que va de primavera.
La criatura devolvió a las tres primeras a los dos días de su desaparición... a pedazos.


Joan Wederley, la hija del pastor, fue la primera en esta macabra lista. Penbell era un lugar relativamente tranquilo para vivir, hasta que Joan decidió desaparecer un día, hace ya dos meses. Fue vista por última vez en el sendero que linda con el bosque y conduce a la villa, a solo unos trescientos metros de su casa. Su amiga Louise aún llora desconsolada, al recordar aquella tarde en la que se despidió de su amiga. " Si hubiera sabido lo que pasaría, me habría quedado con ella, nunca la habría dejado sola"- solía repetir a todo el que se prestara a escuchar, lloriqueando entre una hilera de mocos. "Si hubieras sabido lo que iba a ocurrir, habrías corrido tan rápido, como tus paliduchas piernas te lo hubieran permitido"- pensaba yo, mientras los demás le dedicaban miradas cargadas de congoja y pobres intentos de consuelo.

Joan Wederley se había convertido en toda una doncella mártir tras su muerte. La gente del pueblo la rememoraba como una chica dulce, cariñosa y dada a los demás, y aún cada sábado, alguien acercaba una flor blanca a su tumba. Es irónica la capacidad que tenemos para mutar, completamente, de vivos a muertos. ¿Dulce y cariñosa? Y un cuerno. Una hipócrita es que lo que era esa víbora. Y dada a los demás... ¡JA!... dada al cotilleo, a urdir rumores falsos sobre otros, que destrozarían su reputación y sus vidas. El marido de la mujer que amasa el pan en la villa aún mira de soslayo la abultada panza de su esposa, preguntándose si en verdad el niño es suyo o no. Cuando la doliente Louise cayó un día al suelo, y se raspó ambas rodillas, surgió un bisbiseo acerca de cómo esta en realidad se había magullado; cierta postura sexual con el hijo del ganadero. Louise, desde entonces, no había vuelto a recibir ninguna propuesta de matrimonio. "Conque te habrías quedado con ella, eh Louise... rematarla es lo que habrías hecho". Su lengua viperina también había actuado contra mí y mi familia. Aunque mi madre tuviera fama de bruja antes de que la propia Joan naciera, ella empeoró, con mucho, la situación. Antes de la historia inventada por Joan, a mi madre solo le escupían al pasar las tres o cuatro más santurronas del pueblo, justo antes de santiguarse con fervorosa devoción.

Nadie en la villa había conocido a mi padre, ni siquiera yo, este era un extraño que había violado a mi madre una noche, dejándola tan malherida que casi no lo cuenta. Pero desde que Joan afilara su lengua, mi padre había mudado de un cabrón violador, al mismísimo diablo. Mi madre dejó de ir al mercado tras el último intento de agresión. A mí jamás nadie me escupió, y mucho menos agredirme; una cosa era la ramera de Satanás, y otra muy distinta la criaturilla diabólica nacida de esa unión. Me tenían tanto miedo, que les bastaba con santiguarse en susurros para ahuyentar al demonio. Una vez sorprendí al pastor, el padre de Joan, esparciendo sal por la tierra que yo había pisado, acompañando el ridículo gesto con un salmo en latín. Al día siguiente me di un paseo por su adorado huerto.

Ser la hija de Satanás, evidentemente, no me había granjeado demasiadas amistades. Mi mísera existencia y, sobre todo, el inventado origen de esta, me había convertido en un repelente con ojos para el resto de niñas de Penbell. Ninguna se me acercaba a más de dos metros, ninguna se atrevía a levantarme la vista del suelo, ninguna pronunciaría jamás mi nombre en alto... por ello, la primera vez que lo oí por otros labios que no fueran los de mi madre, tres años atrás, me quedé tan perpleja.

-¿Aurora?

Miré a aquella niña pecosa como si de mi ficticio padre se tratara.

- Tú eres Aurora, ¿a que sí?- se iba acercando más a mí mientras hablaba-. Tu pelo negro como ala de cuervo te ha delatado- añadió con una ¿sonrisa? Dos pasos más cerca-. Yo soy Anne, la hija del nuevo herrero- el anterior había tenido que huir tras las acusaciones de su supuesta homosexualidad. Bendita Joan, que Dios la tenga en su gloria. La chica nueva a solo unos centímetros de mí-. Creo que vamos a ser muy buenas amigas- sentenció con el tono de una profecía en un cuento de hadas... y me abrazó.

A excepción de mi propia madre, nunca antes había sentido el contacto de otra piel contra la mía. La calidez de otro aliento acariciando mi cuello. Otras manos que me tocaban a propósito y con ternura, en lugar de con repulsión y por accidente.

Mi madre solía decirme que yo era tan libre, tan fuerte y tan salvaje, que solo el amor podría matarme.

Para cuando Anne me tomó de la mano por primera vez a la entrada del mercado, ante todos aquellos ojos atónitos, yo ya sabía que mataría y moriría por ella.


Esta mañana desapareció otra chica.
Es la cuarta en lo que va de primavera.
La criatura las devuelve a los dos días... a pedazos.
Nunca me importaron las otras tres, aun en vida, no fueron para mí más que comida para alimañas. Sin embargo, esta vez es diferente. Esta vez la criatura ha sentenciado su propia suerte... esta vez se ha llevado a Anne.
Sé que sigue viva, y la voy a encontrar.


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