Salvar al mundo

Su madre apareció andando despacio por el pasillo; habitualmente le duelen las rodillas y los tobillos y las caderas y la espalda. Le duele todo el cuerpo, por eso camina despacio.

Yo estaba acostada en la cama pequeña; la puerta de la habitación, abierta, pero no podía dormir. 
Él estaba en el sofá, intentando acoplarse de alguna forma con su metro ochenta y cinco; tampoco podía dormir.
Demasiado ruido dentro y fuera de la cabeza.
Coches, ambulancias, motos, más coches, sirenas, ruido de claxon, de ruedas, de frenos. 
Y golondrinas en la ventana. No sabía que las golondrinas cantaran de noche. Quizá ellas tampoco lo sepan. Que cantan o que es de noche. 
Luces, calor extenuante, más ruido, más cosas pasando por la cabeza.

Abrí los ojos pero en realidad estaba dormida. Bueno, mi cuerpo era el que dormía de puro agotamiento; sin embargo, yo estaba despierta. 
Es ese momento en el que intentas moverte, pero sabes que no vas a poder hacerlo porque no es la primera vez que te pasa, y tienes la certeza de que en realidad estás despierta.

Empezó el ruido ensordecedor que acompaña a ese estado de despersonalización. Estoy viendo todo lo que hay a mi alrededor: la mesita de noche, la lamparita sin bombilla, el armario, el espejo...

En ese momento fue cuando pasó tu madre despacio por el pasillo. 
No miró dentro de la habitación.
Imaginaría que yo dormía.
Iba al salón sin pensarlo dos veces, donde estabas tú. Supuse que, como los dos dormís poco, querría hablar contigo y preguntarte por tu padre.
Él estaba ingresado en el hospital. Fuera de peligro, pero ella quería oírlo de boca de su hijo.

Cuando la tranquilizaste, volvió a recorrer el pasillo hacia su dormitorio. 
Muy despacio, igual que a la ida.
Esta vez miró a donde yo estaba, en la camita de la habitación pequeña.
Sabía que yo no dormía y yo, que ella lo sabía. Pero no dijo nada. Siguió caminando y desapareció en la oscuridad de las cuatro de la madrugada.

Yo intenté cerrar los ojos a ver si mi mente también se dormía y pasaba de esa vigilia espesa al sueño.
A las seis sonó el despertador para ir a la primera visita.

Tomamos café en ese bar sucio y cutre que abre toda la noche y donde a esas horas se puede hacer un magnífico estudio sociológico. Esos bares que habitualmente están cerca de las estaciones de autobuses y de los hospitales y que acogen a todo tipo de personajes. Antropología Social y Cultural, como yo le llamo al intentar averiguar qué dicen, qué piensan y por qué extraño motivo han acabado aquí.

Te comenté de pasada que vi a tu madre y seguimos hablando de otros temas. Me sorprendió que no te sorprendieras, a pesar de que ella lleva muerta casi siete meses.

Hay cosas que es mejor tomarlas con naturalidad, como el café a las seis y media de la mañana mientras escuchas cómo otros van a salvar al mundo o saben mejor que nadie cómo ganar el mundial...

Imagen en Quimicral.com

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