HISTORIAS ENTRE LIBROS

Vivíamos lejos, pero antes íbamos andando a todas partes. La primera vez que me llevaron a la biblioteca municipal, me entró una mezcla de miedo a lo desconocido y emoción por todo lo que aquellas paredes contenían. Tenía unos siete años. Ni siquiera me paré en la sección infantil, simplemente trasteé los libros que me llamaron la atención, escudriñando sus páginas con mis manos infantiles. 



Más tarde, cuando empecé a ir sola, en bici, me encantaba recorrer sus calles sin rumbo, encontrar sin buscar. Algún que otro duro me dejé allí, pues era el castigo diario por devolver un libro tarde. 

Allí, pasé muchas tardes. Allí, viví mil historias y aprendí el valor de los libros. Allí, me sentía como en casa, donde no necesitaba que nadie me comprendiese, porque las letras me entendían a mí. 

Ahora, una nueva biblioteca me ofrece pasillos y estantes modernos al más puro estilo de un supermercado. Yo, en cambio, a veces voy a la puerta de la biblioteca antigua, y me siento en los bancos que hay frente a su puerta. Sigue siendo un edificio misterioso, con personalidad e historia, de los que te llaman para que no vuelvas a irte nunca.

Giadalia




Hay días que me pregunto qué será de mi querido fray Perico, siempre bregando con su inseparable borrico. Quizá se haya encontrado en alguna tasca de mala muerte de un puerto cualquiera, con el pirata Garrapata, y hayan decidido hacer de su profesión fantasma y cogido el Canadian Exprés para viajar a Winnipeg y aterrorizarse juntos. Quizá escriban algún día un estupidiario con sus aventuras y les dejen entrar por fin en el club de los raros. Ese club donde ingresé subido en aquel barco de vapor anaranjado que atracaba en la biblioteca del colegio y que ahora me sabe a poesía.



Denístocles






Las telas rojas de un libro

Qué ridícula manera es ésa de querer ser escritor sin leer libros. ¡Sí!, no le gustaba leer, sin embargo le fascinaban esos garabatos con los que sus delicados dedos conseguían ofrecer a esos folios en blanco. Y en principio desconocía si eran en sí por dichos trazos, si eran por los diferentes lápices y bolígrafos que utilizaba, o bien por esos papeles, esas hojas de tonalidad pulcra o de color, los que conseguían rematarle el deseo de escribir. Hasta que pudo percatarse de la lectura de un libro diferente a todos los que hasta entonces había visto. Uno de esos textos llenos de personajes; figuras que rondaban atípicamente en conversaciones directas. Personajes de máscaras, de diálogos con acotaciones, de escenarios con cortinas, aún sin telones... Aquella primera vez en la que supo de la magia de los libros, donde no sólo se realizaban como un ensueño de la imaginación, donde no sólo era un guión para una película; libros donde podría actuar, ser uno de sus intérpretes. 

En cada lectura, si así lo deseamos, podemos llegar a ser los protagonistas de cada obra. Poder maravilloso de una fantasía creada para mentes que buscan adentrarse o salir de ficciones o realidades. Privilegio de leer y descubrir la creatividad.


Cellinna



Era un libro de un marciano verde con antenas. Me gustó tanto que lo leí varias veces.
Era un marciano o un extraterrestre, ahora no recuerdo, muy tierno y simpático.
Creo que hasta lloré cuando lo terminé. No sé si se murió como ET o como Platero, pero recuerdo ese sentimiento de tristeza que te embarga cuando terminas un libro que te gusta mucho y no quieres que se acabe porque vas a echar mucho de menos a los personajes que te han acompañado tantos días.
Lo saqué prestado de la biblioteca y al tiempo lo compré para tenerlo siempre. 
Fue el primer libro del que tengo recuerdo y lo más extraño es que lo había olvidado por completo hasta hoy, que tenía que escribir algo relacionado con un libro. 
¡Qué curiosa es la mente! ¡He leído por casualidad las palabras "el barco de vapor" y mi libro ha aparecido! Ahora sólo queda que recuerde cómo se llamaba...

Maulia


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