Vera Icona

Septem Nihil. Viernes Santo.
Por sus calles empinadas procesionan las dos cofradías.
La hermandad de la Santa Vera Cruz, “Los Blancos”
y la hermandad de Nuestro Padre Jesús, “Los Negros”.
Una niña pequeña hoy es la Verónica en la procesión del Padre Jesús.
Pelo largo, muy largo, hasta la cintura. Y negro.
Portadora de la Vera Icona durante las largas horas de silencio.
Sin sonreír. Sin mirar a nadie.

En Setenil, Septem Nihil, Siete veces nada,
todos aguardaban expectantes las disputas entre blancos y negros.
La guerra de las bandas más prestigiosas traídas de todas partes.
Las subidas y bajadas por esas calles imposibles.
Quién llegaba más lejos y más rápido.
Quién congregaba mayor número de penitentes.
Quién más legionarios.

En medio de tanta devoción también los niños disfrutaban.
En un pueblo tan particular, con esa orografía tan abrupta,
con sus cuevas del sol y sus cuevas de la sombra.
Fue muy fácil echar a rodar una gran roca por la calle Calcetas.
Rodando sin parar, cada vez más rápido, desde las cuevas
hasta el punto exacto por donde pasaba la cofradía,
por donde pasaba la Verónica con la Santa Faz,
la cara de Cristo, la Vera Icona.

La roca golpeó la frente de la niña y pasó por encima de ella.
Un grito ahogado hizo detenerse a los procesionantes
que no entendían bien lo que estaba pasando.
Y ella sólo tuvo fuerzas para entreabrir los párpados ensangrentados
y ver durante unos segundos a su venerado Padre Jesús.
La estaba mirando, quieto, sereno, con la Cruz al hombro.
Siete veces nada. Siete veces nada...

Imagen:`Santa Faz´, de Murillo, colección privada depositada en el Ashmolean Museum de Oxford.


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