Nochesviejas

Fin de Año.
Otra vez lo mismo de todos los años: las uvas, los petardos y cohetes, la cara de falsa diciéndole a tu cuñado lo que te alegras de verlo, el perro ladrando como un condenado, la comida en exceso, los programas cutres de la tele...
En fin... “¡qué bien me lo paso!”, es lo primero que pensé ante la perspectiva.
También, como todos los años, la misma discusión sobre en qué cadena de televisión ver las doce campanadas.
- La Sexta, que la Pedroches tiene vestido nuevo
- No, la 1 que es la de toda la vida 
- Nooo, Canal Sur que es la nuestra...
- ¡Vale! Donde el abuelo diga, Canal Sur.
Y allí estábamos todos, con nuestras doce uvas, algunas peladas, otras peladas y sin pepitas, otras enteras, dispuestos a celebrar la entrada del Nuevo Año.
¡Don! ¡Don! 
¡Un anuncio! ¡Entonces esos eran los cuartos...!
¡Tres!
¡Don! 
¡Siete!
¿Otro anuncio?
¡Doce!
¡¡¡¡ FELIZ AÑO NUEVO !!!!
Y con esa cara de incredulidad, asombro, enfado y cachondeo terminamos un año y empezamos otro de esa forma tan original miles de andaluces...
¡Feliz 2018!

-Maulia -



El año termina en diciembre, pero empieza en septiembre, que es cuando se me enciende la ilusión, la esperanza, las ganas.

La desgana se apodera de mí, en cambio, al final del calendario. Un año más acaba, otro año que me decepciona, otros doce meses que me dejan con mal sabor de boca. Unos años son peores que otros, eso es lo único que los diferencia. 

Eso… y las canas.

No, enero no es mi mes de propósitos. Es septiembre. Septiembre, cuando el calor empieza a caer, y llegan esos cielos rojizos, esas hojas que caen, esa temperatura que te deja respirar, pero que aún es agradable. 

Mis manos aún no están heladas ni mis ganas hacinadas en mi pecho. Mis entrañas aún sienten las cosas importantes, todavía buscan nuevos caminos. 

En enero, mis dedos amoratados se agolpan en los bolsillos, allá donde no encuentran nada. La desesperanza al observar el año que muere se torna siempre más gris. 

No, no ha sido un buen año. Siempre esa amarga sensación. 
Mirando atrás, unos años tenía toda la razón del mundo; otros, no era más que una frustración interna conmigo misma, al no encontrar satisfacción que me empuje hacia adelante. Decepción.
Otro año termina, pero no estoy segura de que las campanadas se lleven todo lo malo. 
Mientras tanto, trataré de seguir viviendo aquél que comenzó en septiembre. 
Aún tengo unos meses por delante. 
Sí, aún tengo tiempo. 

-Giadalia-



La mesa está llena. Copas, platos, comida, risas… Suena la canción de todos los años. La calle vacía, apenas guarda unos pocos sonidos lejanos, apagados. El viento mueve toldos, persianas y árboles. Ellos han visto pasar muchas noches como la de hoy. Noches viejas, ancianas ya. El regusto nostálgico de los dulces no ha cambiado a lo largo de los años. Nada cambia. Las uvas llegan con cierta monotonía, acompañadas de cientos de mensajes al móvil: éste es gracioso; aquí se han pasado; ah, cuánto sin saber de ti, espero que estés bien, te deseo lo mejor…

La noche empieza a llenarse de ruidos. El firmamento se ilumina. Las copas se alzan. Hay risas… Se parece al año pasado.

Me faltas... Se parece al año pasado. 

Duele y no es nuevo. Pero esta herida, esta luz… 

Me faltas. Puede que mañana sea todo diferente.

-Denístocles-



"¡Que llego tarde!"

Eran las ocho y treinta y cinco de un 31 de diciembre, y Marta debía coger un avión a las 21:30  para reunirse con su familia y celebrar así, el fin de año.
Encerrada en su habitación, pues odiaba descansar con la puerta abierta, seguía plácidamente durmiendo sin percatarse de la hora.
Sobresaltada, sin más aviso que su propia alerta interna de que algo fallaba, Marta se despierta:

- ¿Cómo es posible que no me haya enterado de las cinco alarmas? Claro, ¡las pilas del reloj!, qué rácana soy... Me pasa por irme a lo más barato. Si es que... ¡¿A ver cómo llego ahora al aeropuerto, si ya he perdido el último tren?! Bueno, a ver, podría coger un autobús. ¿El de la línea DG85 pasará hoy a estas horas? Nada, ¿cómo va a pasar? Hoy están todos los servicios bajo mínimos. Ya sé, ¡cogeré un taxi! ¿Tengo el número de taxi? ¡Sí! Un momento, si no tengo dinero suficiente para la carrera... ¡Joder!, y la tarjeta de crédito inoperativa. ¡Maldita sea! ¿Qué hago ahora? ¿Me servirá la tarjeta de débito? Sí... ¿No? Espera... ¡Sí, sí, sí! Vale, y ¿dónde puñetas tengo ahora la de débito? ¿Estará en este bolso? No... Ni en éste. ¿La habré guardado en la mochila con el resto de tarjetas? ¡Torpe eres, leche!, ¿dónde si no? 

Marta encuentra su tarjeta de débito, estaba junto a las otras tarjetas y el billete de avión.
Abre la puerta de su habitación y se percata de que es de día.
Eran las ocho y treinta y cinco... de la mañana.

-Cellinna-



¡FELIZ AÑO NUEVO, SOÑADORES!
-Rúmez-

Imagen by Doña Eñe blogger

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