ME LEVANTÉ TARDE. Primera parte
Me levanté tarde, como
siempre, al menos como siempre últimamente en los dos últimos meses.
Tarde, cansada, con ojeras profundas y la sensación de no haber descansado nada
después de doce horas durmiendo.
Me arrastré al cuarto de baño y no me duché, también como era habitual
últimamente.
Y con esa mala cara, el pelo sucio, enredado y despeinado, los dientes sucios,
sucia entera, sin maquillar y mal vestida, me fui a trabajar.
Me gustaba mi trabajo, después de cinco años había conseguido no tener que
hablar con nadie el día que no me apetecía. O podía desaparecer un par de horas
sin tener que dar demasiadas explicaciones.
- ¿Tienes consulta hoy?
- Sí, aunque no tengo ganas de aguantar media hora de penurias. (Pensé que ya
tenía suficiente con las mías).
Y así un día y otro y otro.
Después de echar la mañana con más o menos dificultad, iba a tomarme una
cerveza con el primer compañero que estuviese dispuesto a compartirla conmigo.
Charlábamos de cualquier tema sin importancia y después buscaba a cualquier
otra persona con quien tomar un café y después otro (sola) y otro… y después del
quinto café cargado, volvía a encerrarme en el despacho a no hacer nada.
Dejaba pasar las horas hasta que se hacía de noche, tonteando con el teclado o
revisando los mismos papeles de siempre y volvía al piso, sola, derrotada y
echándote de menos, como todos los días desde hacía tantos meses que ni me
acordaba.
La nevera vacía, nada que me apeteciera; una cerveza que compré en el chino de la
esquina.
- Estás más delgada....
- Pues yo como...
Estaba tan cansada, tan vacía y tan triste…
Los antidepresivos que
me mandó el psiquiatra no me servían de mucho, aunque cada vez que iba a su
consulta, me maquillaba y le decía que estaba mejor.
Mentía muy bien, siempre
lo he hecho.
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