LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
La Cena del Señor y el lavatorio de los pies
[...]
Entre todas las obras memorables que obró nuestro Salvador en este mundo, una de las más dignas de perpetua recordación es aquella postrera cena que cenó con sus discípulos. Donde no solamente se cenó aquel cordero figurativo que mandaba la ley, sino el mismo Cordero sin mancilla, que era figurado por la ley.
En el cual convite resplandece primeramente una maravillosa suavidad y dulzura de Cristo, en haber querido asentarse a una mesa con aquella pobre escuela, que es con aquellos pobres pescadores, y juntamente con el traidor que lo había de vender, y comer con ellos en un mismo plato. Resplandece también una espantosa humildad, cuando el Rey de la gloria se levantó de la mesa, y ceñido con un lienzo a manera de siervo, echó agua en un baño, y postrado en tierra, comenzó a lavar los pies de los discípulos, sin excluir de ellos al mismo Judas que lo había vendido. Y resplandece sobre todo esto una inmensa liberalidad y magnificencia de este Señor, cuando a aquellos primeros sacerdotes, y en aquellos a toda la Iglesia, dio su sacratísimo cuerpo en manjar, y su sangre en bebida: para que lo que había de ser el día siguiente sacrificio y precio inestimable del mundo, fuese nuestro perpetuo viático y mantenimiento, y también nuestro sacrificio cotidiano.
En el cual convite resplandece primeramente una maravillosa suavidad y dulzura de Cristo, en haber querido asentarse a una mesa con aquella pobre escuela, que es con aquellos pobres pescadores, y juntamente con el traidor que lo había de vender, y comer con ellos en un mismo plato. Resplandece también una espantosa humildad, cuando el Rey de la gloria se levantó de la mesa, y ceñido con un lienzo a manera de siervo, echó agua en un baño, y postrado en tierra, comenzó a lavar los pies de los discípulos, sin excluir de ellos al mismo Judas que lo había vendido. Y resplandece sobre todo esto una inmensa liberalidad y magnificencia de este Señor, cuando a aquellos primeros sacerdotes, y en aquellos a toda la Iglesia, dio su sacratísimo cuerpo en manjar, y su sangre en bebida: para que lo que había de ser el día siguiente sacrificio y precio inestimable del mundo, fuese nuestro perpetuo viático y mantenimiento, y también nuestro sacrificio cotidiano.
-Fray Luis de Granada-
Fragmento de «La Pasión de nuestro Señor Jesucristo» s. XVI
Fray Luis de Granada (Luis de Sarria; Granada, 1504-Lisboa, 1588) fue destacada figura de la literatura ascética del Siglo de Oro. Confesor de duques y de reyes, fue el orador sagrado más famoso de su tiempo en España y Portugal. Sus sermones, dentro del más puro estilo ciceroniano, sirvieron de modelo hasta el siglo XVIII; fue también uno de los mejores prosistas del siglo XVI en latín, castellano y portugués. Destacan sus Seis libros de la retórica eclesiástica (1576), el Libro de la oración y de la meditación (1554), la Guía de pecadores(1556) y el Memorial de la vida cristiana (1561).
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Murió ciego y con una salud muy debilitada por ayunos, trabajos, penas y mortificaciones, y refugiado de la Inquisición española, que le perseguía por su cercanía a las herejías protestantes, algunos de cuyos textos utilizó en sus obras, o por serlo de hecho.
De una u otra manera, su obra y retórica fueron simiente para muchos literatos que vinieron detrás.
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