LAS DOS CARAS DE LA VIDA

La nueva sugerencia de amistad tenía un rostro familiar, de ese pasado que no llegó a fundirse con la noche de los tiempos; ese pasado que nos gusta conservar para las dos caras de la vida, la buena y la mala… 

Él sonrió al verla. Ella no había cambiado nada y eso hacía mucho más fácil que los tiernos recuerdos de la juventud le asaltasen y le colmasen de momentos – curiosamente todos buenos, no había ni rastro de uno malo -, que le arrancaban una sonrisa. Recordó las cosas que le enamoraron, aquella forma tan profesional que tenía a la hora de hablar cuando le explicaba algo que le había llamado la atención en las clases de la facultad; la manera divertida con la que le llamaba “idiota” cada vez que le hacía una broma que no esperaba… Historias de una etapa feliz. Ahora él miraba esa foto con cariño mientras el cursor esperaba ese impulso del alma para mandarle una petición de amistad. 

Sin saberlo, ella estaba mirando la foto de él. No sonreía al verlo, pero lo recordaba con ternura. A su mente vinieron las instantáneas de otro tiempo, cuando se fijó en él la primera vez y le llamó la atención aquella forma de ser tan suya, en la que en la despreocupación y la alegría escondían un extraño sentido de la responsabilidad; y ahora era cuando se daba cuenta de que quizá no eran tan distintos. Quizá habían cometido un error dejándose escapar. 

Ella era la adulta, la que tenía los pies en la Tierra. Y él, el niño con los pies en la nube. ¿O era al revés? ¿Era ella la que había construido un futuro tangible en una nube y él un futuro intangible en la Tierra? 

Sea como fuere, era irónico porque los dos habían conseguido las metas que se propusieron en la vida pero no tenían lo que más querían: El uno al otro. Y mientras sonreían alegrándose de que la vida parecía que les iba bien a los dos, dejaron escapar la oportunidad de mandarse esa petición de amistad… 

¿Quién sabía si a lo mejor dentro de veinte años las cosas cambiaban y se volvían a hacer amigos? 

Pero esa noche una cosa sí era segura. 

Los dos recordaron el momento en el que se prometieron amor eterno, como solo los adolescentes son capaces de prometerse. 

Como solo ellos, a día de hoy, se aman. 

Aunque no lo sepan.

La silueta de dos enamorados se recorta contra el bonito sol del atardecer
Imagen by EcoDiario.es

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