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George parpadeó y volvió a mirar. Apenas podía dar crédito a lo que veía; era como algo sacado de un cuento o de una película donde uno sabe que los animales hablan y bailan. Si hubiera tenido diez años más, no habría creído en lo que estaba viendo; pero no tenía dieciséis años, sino seis.
En la boca de tormenta había un payaso. La luz distaba de ser buena, pero bastó para que George Denbrough estuviese seguro de lo que veía. Era un payaso, como en el circo o en la tele. Parecía una mezcla de Bozo y Clarabell, el que hablaba haciendo sonar su bocina en Howdy Doody, los sábados por la mañana. Búfalo Bob era el único que entendía a Clarabell, y eso siempre hacía reír a George. La cara del payaso metido en la boca de tormenta era blanca; tenía cómicos mechones de pelo rojo a cada lado de la calva y una gran sonrisa de payaso pintada alrededor de la boca. Si George hubiese vivido años después, habría pensado en Ronald McDonald antes que en Bozo o Clarabell.
El payaso tenía en una mano un manojo de globos de todos los colores, como tentadora fruta madura.
En la otra, el barquito de papel de George.
- ¿Quieres tu barquito, Georgie? – El payaso sonreía.
George también sonrió. No podía evitarlo; aquella sonrisa era del tipo que uno devuelve sin querer.
- Por supuesto.
El payaso se echó a reír.
- <<Por supuesto>>. ¡Así me gusta! ¡Así me gusta! ¿Y un globo? ¿Qué te parece? ¿Quieres un globo?
- Bueno… Sí, por supuesto. – Alargó la mano, pero de inmediato la retiró contra su voluntad -. No debo coger nada que me ofrezca un desconocido. Lo dice mi papá.
- Y tu papá tiene mucha razón – replicó el payaso de la boca de tormenta sonriendo. George se preguntó cómo podía haber creído que sus ojos eran amarillos, si eran de un color azul brillante, bailarín, como los ojos de su mamá y de Bill -. Muchísima razón, ya lo creo. Por lo tanto, voy a presentarme. George, soy el señor Bob Gray, también conocido como Pennywise, el payaso Bailarín. Pennywise, te presento a George Denbrough. George te presento a Pennywise. Y ahora ya nos conocemos. Yo no soy un desconocido y tú tampoco. ¿Correcto?
George soltó una risita.
- Correcto. – Volvió a estirar la mano… y a retirarla-. ¿Cómo te metiste allí adentro?
- La tormenta me trajo volaaaando – dijo Pennywise, el payaso Bailarín -. Se llevó todo el circo. ¿No sientes olor a circo, George?
George se inclinó hacia adelante. ¡De pronto olía a cacahuetes! ¡Cacahuetes tostados! ¡Y vinagre blanco, del que se pone en las patatas fritas por un agujero de la tapa! Y olía algodón de azúcar, a buñuelos, y también, leve, pero poderosamente, a estiércol de animales salvajes. Olía el aroma regocijante del aserrín. Y sin embargo…
Sin embargo, bajo todo eso olía a inundación, a hojas desechas y a oscuras sombras en bocas de tormenta. Era un olor húmedo y pútrido. El olor del sótano.
Pero los otros olores eran más fuertes.
- Claro que lo huelo – dijo.
- ¿Quieres tu barquito, George? – Preguntó Pennywise-. Te lo pregunto otra vez porque no pareces desearlo mucho.
Y lo mostró en alto, sonriendo. Llevaba un traje de seda abolsado con grandes botones color naranja. Una corbata brillante, de color azul eléctrico, se le derramaba por la pechera. En las manos llevaba grandes guantes blancos, como Mickey y Donald.
- Sí, claro – dijo George, mirando dentro de la boca de tormenta.
- ¿Y un globo? Los tengo rojos, verdes, amarillos, azules…
- ¿Flotan?
- ¿Que si flotan? – La sonrisa del payaso se acentuó -. Oh, sí, claro que sí. ¡Flotan! También tengo algodón de azúcar…
George estiró la mano.
El payaso le sujetó el brazo.
Y entonces George vio cómo la cara del payaso cambiaba.
Lo que vio entonces fue tan terrible que lo peor que había imaginado sobre la cosa del sótano parecía un dulce sueño. Lo que vio destruyó su cordura de un zarpazo.
- Stephen King-
Fragmento de la novela It (Eso) extraído de la edición española a cargo de Ediciones Debolsillo, con traducción de Edith Zilli.
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Imagen by tormentadelibro.blogspot |
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