ÉRASE UNA VEZ
Érase una vez una princesa encerrada en la torre de un castillo. Su cárcel tenía unas hermosas vistas al océano, que ella observaba cada día con frustración.
Su malvada madrastra le repetía, una y otra vez, que no valía para nada, que no le importaba a nadie, que no había un ser humano en el mundo que pensase en ella. Tal era la fuerza de sus palabras, que a menudo se las recitaba a sí misma.
Un día, la princesa abrió los ojos y se dejó cegar por la luz del exterior. Puso un pie descalzo en el suelo, luego otro, y se alzó insegura como quien está aprendiendo a andar. Se miró al espejo y se dijo “eres única, vales mucho”. Se duchó, se puso su vestido favorito, tomó su dosis diaria y miró con curiosidad su habit tracker, que estaba lleno espacios en blanco que completar.
Y la princesa abrió la puerta de su castillo, salió a la calle y se fue a dar un paseo por la playa mientras la brisa acariciaba su rostro. Dejó atrás esa voz interior que se empeñaba en rebajarla y prosiguió su camino.
“Esta vez, lo conseguiré”.
Imagen by Rocío Liáñez Andrades |
Un relato para reflexionar y desde luego, precioso si esa princesa continúa su camino. Besos :D
ResponderEliminarOjalá que esa princesa continúe su camino, ya que le esperan muchas cosas ahí fuera.
EliminarGracias por tus palabras, Margarita. Besos.